Era un verano muy caluroso, probablemente uno de los más calientes de las últimas décadas. Quizá por eso, la cigarra decidió dedicar las horas del día a cantar alegremente debajo de un árbol. No tenía ganas de trabajar, solo le apetecía disfrutar de sol y cantar, cantar y cantar. De manera que así pasaba sus días, uno tras otro.
Uno de esos días pasó por allí una hormiga que llevaba a cuestas un grano de trigo muy grande, tan grande que apenas podía sostenerlo sobre su espalda. Al verla, la cigarra se burló de ella y le dijo:
– ¿Adónde vas con tanto peso? ¡Con el buen día que hace y con tanto calor! Se está mucho mejor aquí, a la sombra, cantando y jugando. ¿Acaso no quieres divertirte?, se rió la cigarra.
La hormiga se detuvo y miró a la cigarra, pero prefirió hacer caso omiso de sus comentarios y continuar su camino en silencio y fatigada por el esfuerzo. Así, pasó todo el verano, trabajando y almacenando provisiones para el invierno. Y cada vez que veía a la cigarra, ésta se reía y le cantaba alguna canción de aires burlones:
– ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!
Así pasó el verano y las temperaturas empezaron a bajar. En ese momento, la hormiga dejó de trabajar y se metió en su hormiguero, donde se encontraba calentita y tenía comida suficiente para pasar todo el invierno. Entonces, se dedicó a jugar y cantar.
Sin embargo, el invierno encontró a la cigarra debajo del mismo árbol, sin casa y sin comida. No tenía nada para comer y estaba helada de frío. Fue entonces cuando se acordó de la hormiga y fue a llamar a su puerta.
– Amiga hormiga, sé que tienes provisiones de sobra. ¿Puedes darme algo de comer y te lo devolveré cuando pueda?
La hormiga le abrió la puerta y le respondió enfadada:
– ¿Crees que voy a darte la comida que tanto me costó reunir? ¿Qué has hecho holgazana durante todo el verano?
– Ya lo sabes, le respondió apenada la cigarra. A todo el que pasaba, yo le cantaba.
– Pues ahora, yo como tú puedo cantar: ¡Qué risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qué risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!
Y dicho esto, le cerró la puerta a la cigarra. A partir de entonces, la cigarra aprendió a no reírse del trabajo de los demás y a esforzarse por conseguir lo que necesitaba.
Moraleja: Para disfrutar, primero hay que trabajar.
Cinco preguntas para invitar a los niños a reflexionar sobre esta fábula. Puedes contestarlas en tu cuaderno de Lengua.
- ¿Por qué pudo la hormiga disfrutar del invierno tranquilamente?
- ¿Qué debió haber hecho la cigarra durante el verano para no pasar penurias en el invierno?
- Si fueras la cigarra, ¿qué habrías hecho al ver a la hormiga trabajando?
- Si fueras la hormiga, ¿le habrías dado cobijo a la cigarra durante el invierno?
- ¿Qué lección aprendiste con esta fábula?
El Árbol de la Escuela
Es un libro perfecto para resaltar la importancia del afecto y valores como el cuidado y el respeto hacia todo lo que nos rodea, incluyendo la naturaleza

En el patio de la escuela había un árbol. Solo uno.
A Pedro le gustaba correr cerca de
aquel árbol durante los recreos. Cuando pasaba a su lado lo miraba de
reojo para no chocar con él.
Un día se detuvo y se fijó en su aspecto.
Era delgaducho, con ramas finas, como de alambre, y tenía unas pocas hojas secas.
Pedro se acercó y acarició su tronco.
De repente, al árbol le brotó una hoja nueva.
La profesora, sin embargo, le dijo que no lo tocara porque podía estropearse.
Pero Pedro no podía dejar de pensar en el árbol…
Dos días después lo regó y al árbol le salieron varias hojas más.
Tres días después lo abrazó y al árbol le brotó una rama nueva.
La profesora seguía insistiendo y regañaba a Pedro, diciéndole que lo mejor era dejar al árbol tranquilo.
Incluso le pusieron una valla redonda y metálica alrededor, con la intención de protegerlo.
Pero lo cierto es que el árbol había
crecido mucho y así Pedro pudo explicar a sus compañeros que aquel árbol
necesitaba mucho cariño para crecer.
Así que…
Marta plantó una flor junto al árbol, para que no se sintiese solo.
Luis colgó de una de sus ramas una casita de pájaros, para que los petirrojos lo alegraran con sus trinos.
Sofía le leyó un poema que había
escrito especialmente para él. Todos aplaudieron cuando terminó de
leerlo. ¡La profesora también!
Aquella
tarde la profesora quitó la valla y colgó un columpio de la rama más
fuerte, para que el árbol pudiese jugar aún más con los niños y niñas.
Era tan extraordinario que los botánicos
terminaron por examinarlo. Y concluyeron en que, efectivamente, se
trataba de un ejemplar único en el mundo y que debían cuidarlo
muchísimo.
El árbol se convirtió en una parte muy importante de la escuela, del que todos disfrutaban.
Una mañana Pedro descubrió que al árbol le había nacido una especie de pequeña pelota en una rama ¿Qué sería?
Cuando aquella cosa se desprendió, los botánicos volvieron para estudiarla.
Les explicaron que era una semilla. Si la plantaban, de ella nacería un nuevo árbol.
¿Qué harán con esa semilla tan extraordinaria? Seréis vosotros los que lo descubráis al terminar el libro.
¿Qué hace un cocodrilo por la noche?
El cuento versa sobre un cocodrilo llamado Coco que puede hacer muchas
cosas y pasar tiempo con sus amigos pero al que también le gusta
columpiarse solo. A través de este libro los niños pueden aprender a
valorar la soledad y utilizarla para hacer cosas que disfrutan, de
manera que no siempre tengan la necesidad de estar acompañados y aprendan a pasar tiempo con ellos mismos.













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